Que nadie se quede afuera del caminito
Tendría que ser pecado que alguien que vive tan lejos de nuestro país como un sueco, un español o un japones conozca Caminito y nunca hayan ido chicos, y otros no tan chicos, que viven a 50 cuadras. Pero bueno, no podemos pedir tanto. Lo que si podemos hacer es cambiar monedas y llevarlos a La Boca, y que descubran cosas totalmente nuevas para ellos, con solo un peso veinte y media hora de viaje.
Así lo hicimos, el sábado 13 de marzo, el grupo de jóvenes que damos el apoyo escolar en barracas, del área de educación de Barrios de Pie. Ocho niños, de entre 5 y 12 años, se bajaron del 46 en Caminito, sin imaginarse que ese mismo colectivo que siempre vieron parar a dos cuadras de sus casas en la Villa 21, pudiera transportarlos a un mundo de casas coloridas y arte por doquier. Al principio se los veía tímidos, midiendo y adaptándose a este lugar que tiene tanto de parecido con sus barrios, pero fue cuando vieron el riachuelo, con sus barcos y puentes que la emoción los invadió por completo.
Después de recorrer la rivera, la feria artesanal y estar un largo rato mirando fijamente el “agua” del riachuelo, los chicos y sus profes fuimos al museo de Quinquela Martin, allí recorrimos todas las salas y sintieron mucho interés en conocer la casa de Quinquela, que se encuentra en el último piso. En la terraza quedaron fascinados con la vista al riachuelo, sacaron fotos a los barcos y dibujaron sus propios botes con lápices de colores. Cuándo llegó la hora de irse, hubo que arrastrarlos hasta la parada del 46, pero con la promesa de que el sábado siguiente iban a hacer sus propios barcos con botellas y papel, emprendieron el viaje de vuelta a casa satisfechos. “¡Seño! ¡De lo que me hubiera perdido si no venía!”, exclamó Denis, el mayor de los chicos, para cerrar con un moño la jornada.
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